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El Educando.

El educando es la persona clave de cualquier proceso educativo. El educando al ser persona, se hace imprescindible centrar con precisión la significación de este vocablo: "persona" , a fin de que toda actividad o proceso que educa se oriente a ser perfectible

Conviene recordar en este apartado, el pensamiento de D. Victor Gacía Hoz cuando afirma que, la educación no constituye al hombre, como el existencialismo, por ejemplo, sostiene, sino que le enriquece, le proporciona cierta abundancia de ser. Hablar de educación presupone entender al ser humano como persona. Y la persona es una realidad subsistente, unitaria, y total que hace referencia a lo más perfecto que existe en la naturaleza.

Ante este planteamiento, la educación adquiere un sentido dinámico y de trascendencia, ya que la persona puede tener una realización imperfecta durante su proceso educativo, aunque está proyectada hacia la perfección pura. Por tanto, toda verdadera actividad educativa debe centrarse en el desarrollo armómico de la personalidad. Para conseguir este fin, es necesario enfocar la educación bajo los principios de la personalización, al objeto de que el educando no sea uno más sino el punto de convergencia de alusiones personalizantes.

Toda persona que educa o se educa debería saber o aceptar, con plena libertad, que el hombre no existe simplemente como ser físico. Posee en sí una existencia más rica y más noble, la sobreexistencia espiritual, propia del conocimiento y del amor.Este trascender lo puramente material hace que el ser humano se dignifique ya que se relaciona y se hace partícipe de la vida con Dios. El hecho de que el hombre cristiano adquiera una dignidad absoluta por este revestimiento o relación con Dios, nos debe hacer valorar en su justa medida toda la pedagogía cristiana. Como hilo conductor de esta pedagogía nos encontramos la idea de no tanto hacer al hombre capaz de realizar tales o cuales cosas, sino de despertar en él la voluntad de esforzarse para limpiar su vida de todo contenido puramente humano a fin de transformarse, en el orden sobrenatural, en algo semejante a lo que el niño en el orden natural: un ser dispuesto a recibir y transformarse, a entregarse a quien puede colmar su existencia.

Juan José Fuster


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