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¿Puede una escuela católica celebrar Halloween “por todo lo alto”?

 


Una reflexión necesaria sobre identidad, coherencia y sentido educativo

¿Es coherente que una escuela de ideario cristiano se sume con entusiasmo a la celebración de Halloween?

¿Estamos educando o simplemente entreteniendo?

¿Qué mensaje reciben nuestros alumnos cuando se visten de brujas, zombis o demonios en el contexto de un centro que dice formar en el Evangelio?

¿Qué alternativas reales y atractivas podemos ofrecer desde la fe para no caer en el “prohibir por prohibir”?

Estas preguntas, incómodas pero necesarias, surgen cada octubre en el corazón de muchas comunidades educativas de inspiración cristiana. Y no se trata de caer en el juicio moralista ni en el miedo a lo cultural, sino de ejercer un sano discernimiento pedagógico: saber qué celebramos, por qué lo hacemos y qué estamos transmitiendo con nuestras decisiones institucionales.


🎭 Halloween: entre cultura popular y estética de la muerte

Halloween, tal como lo conocemos hoy, tiene poco que ver con su origen remoto. Lo que se celebra masivamente en colegios, comercios y redes sociales es una fiesta que estetiza el terror, el ocultismo, la violencia o la muerte como entretenimiento. Es cierto que muchos lo justifican como un juego inocente, un “evento cultural”, una oportunidad lúdica para disfrazarse. Pero, ¿basta con que algo sea divertido para que lo incorporemos al calendario pedagógico?

La clave no está solo en el contenido (disfraces, dulces, decoración), sino en el mensaje profundo que se transmite: la trivialización del mal y la banalización de la muerte. Y eso, desde una propuesta educativa cristiana, no es neutral.


📚 ¿Qué enseñamos desde la fe?

La pedagogía cristiana no banaliza la muerte, la trasciende. En lugar de demonios y tumbas falsas, nos habla de esperanza, de vida eterna, de la victoria del amor sobre el mal. Justo un día después de Halloween, el 1 de noviembre, la Iglesia celebra a Todos los Santos: hombres y mujeres reales, muchos de ellos jóvenes, que vivieron con alegría y entrega, y cuyas vidas son luz para nuestro tiempo.

¿No sería más educativo aprovechar esta fecha para presentar modelos de virtud, santidad y belleza espiritual? ¿No ayudaría más a nuestros alumnos conocer vidas inspiradoras en lugar de llenar pasillos con esqueletos, telarañas o sangre artificial?


⚖️ Identidad educativa vs. contradicción institucional

Cuando una escuela que proclama un ideario católico celebra Halloween “por todo lo alto”, está enviando un mensaje contradictorio. Por un lado, dice formar en valores cristianos; por otro, promueve una estética completamente opuesta: el miedo, el feísmo, la muerte como juego, incluso elementos satíricos del mal. Es como si un hospital organizara una fiesta sobre enfermedades incurables: puede ser irónico, pero también profundamente incoherente.

Esta contradicción desorienta al alumnado y debilita el testimonio de la escuela. ¿Cómo formar en la verdad, la bondad y la belleza si nuestras propias celebraciones institucionales apuntan a lo contrario?


💡 ¿Qué alternativas tienen las escuelas cristianas?

La solución no está en prohibir sin más, sino en proponer con inteligencia y creatividad. Aquí algunas sugerencias:

  1. Reconducir Halloween como tema cultural: estudiar su historia, sus raíces, su evolución. No todo debe ser rechazo; también se puede aprender desde el análisis crítico.

  2. Celebrar a los Santos con alegría: organizar “fiestas de la luz”, pasarelas de santos, gymkanas de virtudes o concursos de biografías. A los niños les encanta disfrazarse, pero también les gusta ser héroes de verdad.

  3. Educar en el sentido cristiano de la muerte: desde infantil, hablar con naturalidad de la vida eterna, del cielo, de la esperanza. Sin miedo, con amor y verdad.

  4. Involucrar a las familias: sensibilizarlas sobre el impacto educativo de estas celebraciones, ofreciendo recursos y argumentos.

  5. Aprovechar el calendario litúrgico: en lugar de importar fiestas ajenas a nuestro horizonte espiritual, redescubramos la riqueza pedagógica de nuestras propias fiestas.


📌 Conclusión: ¿qué celebramos cuando celebramos?

Las escuelas no solo enseñan con libros. Educan con lo que celebran, con lo que destacan en sus pasillos, en sus redes sociales, en sus carteles. Por eso es tan importante preguntarnos: ¿qué mensaje queremos dejar en el corazón de nuestros alumnos?

Si decimos formar en la fe, en la vida y en la esperanza, no podemos normalizar la cultura de la muerte como entretenimiento. Hay que tener el coraje de ser coherentes, sin moralismos, pero también sin complejos. Porque educar cristianamente no es adaptarse a todo, sino discernir, proponer y ser luz.


🛠️ Plan de acción para colegios con ideario cristiano

  • ✅ Revisa el calendario de actividades y celebra con intención, no por costumbre.

  • ✅ Propón alternativas creativas que celebren la vida, la esperanza y la santidad.

  • ✅ Forma a las familias y al claustro sobre el sentido de las fiestas cristianas.

  • ✅ Educa en la cultura del discernimiento, no en la de la imitación.

  • ✅ Sé valiente: no hace falta ser popular, hace falta ser coherente.


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