“Cada vida cuenta.” Esta frase, que podría parecer un lema más, encierra una verdad incómoda, silenciada y, sin embargo, profundamente humana. Hace 40 años que entró en vigor la ley del aborto en España, y desde entonces más de tres millones de vidas han sido truncadas antes de ver la luz. Son los que nos faltan: hermanos, hijos, compañeros de generación, rostros que nunca conoceremos.
Un aniversario que no celebra nadie
El 5 de julio de 1985 no fue un día cualquiera. Aquella jornada comenzó legalmente en España una nueva etapa que marcaría a fuego la conciencia de nuestra sociedad. Desde entonces, el aborto ha sido presentado como un “avance”, un “derecho”, una “opción más”. Pero cuando se observa el drama en toda su extensión, con el alma abierta y la mirada limpia, uno solo puede reconocer que no hay progreso donde se elimina la vida más indefensa.
Hablar del aborto es incómodo, lo sé. Pero no por eso deja de ser necesario. No es una cuestión ideológica, ni siquiera estrictamente religiosa. Es una cuestión humana.
No es solo una cifra: es una ausencia
Más de 3 millones de abortos en 40 años. Es más que la población entera de Galicia. Es casi como si Madrid hubiese desaparecido del mapa. Cada uno de esos números representa a una persona única, con un rostro, un ADN propio, una misión en el mundo… y también a unos padres, muchas veces solos, desinformados o presionados.
Y no solo eso. Muchas de esas mujeres —y también hombres— arrastran durante años una herida invisible, difícil de nombrar, aún más difícil de sanar. El llamado síndrome post-aborto es real, aunque se esconda. Dolor, ansiedad, rupturas, soledad… En Finlandia, se triplicó el riesgo de suicidio tras un aborto provocado. ¿Cuántas mujeres viven en silencio esta carga?
¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo?
Cuando una civilización decide que la vida humana es prescindible —según el momento, la edad gestacional o el grado de discapacidad— no está progresando: está deshumanizándose. Decimos defender a los débiles… pero los más débiles no tienen voz. Decimos luchar por la igualdad… pero discriminamos al que aún no puede defenderse.
Incluso las cifras oficiales reconocen que el aborto ya es la tercera causa de muerte en nuestro país, por encima de muchos males contra los que luchamos con campañas, presupuestos y leyes. ¿Y contra el aborto? ¿Qué hacemos?
Un camino distinto: el camino del amor
Hay otra forma de mirar. Hay otra forma de vivir la sexualidad, la maternidad, la paternidad, la solidaridad. Hay otras respuestas cuando aparece un embarazo inesperado. Respuestas que no pasan por el rechazo ni por la eliminación, sino por la acogida, la ayuda, el acompañamiento, la entrega generosa. Porque la verdadera libertad nace del amor, no del miedo.
Numerosas iniciativas lo están demostrando: Spei Mater, Red Madre, Fundación Madrina, Proyecto Raquel, cientos de asociaciones que día a día se acercan al sufrimiento, no con juicios, sino con ternura y apoyo real.
Para terminar
Este 5 de julio no queremos celebrar nada. Queremos recordar, orar y reparar. Queremos alzar la voz por los que no están. Y comprometernos con esperanza para que ningún niño más se quede sin nacer por miedo, por desinformación o por abandono.
Quizá no podamos cambiar el pasado. Pero podemos construir un futuro diferente. Cada vida cuenta. Y la vida de cada ser humano, desde su primer instante, es un don que merece ser amado.
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