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Vivir la misericordia en el colegio y en la familia: el rostro de Dios entre nosotros


En un mundo que muchas veces corre, juzga y descarta, los colegios católicos y nuestras familias están llamados a ser hogares de misericordia. No simplemente como un valor bonito o una palabra de moda, sino como un reflejo del corazón del Padre, que nos ama con ternura, nos espera con paciencia y nos acoge con alegría, como en la parábola del hijo pródigo.

¿Qué es la misericordia?

Es el amor que sabe comprender, perdonar, ayudar y volver a empezar. Es el amor que no se cansa de esperar el bien en el otro, incluso cuando ha fallado. Como decía san Juan Pablo II: “la misericordia es el segundo nombre del amor”.

Pero, ¿cómo se vive esto en la vida real? Aquí te presento tres ejemplos concretos para que la misericordia sea una realidad palpable en el colegio y en cualquier familia.

1. Corregir con amor y no con humillación

En el colegio:

Un alumno ha copiado en un examen. En lugar de exponerlo públicamente o ridiculizarlo, el maestro lo llama aparte, le habla con firmeza pero con respeto, le da otra oportunidad y le ayuda a reconstruir su confianza.

En casa:

Un hijo ha mentido. En vez de gritarle, los padres lo escuchan, le explican por qué la mentira hiere y le muestran que siempre puede decir la verdad sin miedo a perder el amor de sus padres.

La clave: Corregir sin herir. Enseñar sin despreciar. La misericordia educa sin olvidar la verdad, pero lo hace con paciencia.


2. Incluir al que está solo o es diferente


En el colegio:

Una niña nueva en clase no tiene amigos y se queda sola en el recreo. Un grupo de compañeros decide invitarla a jugar, explicarle las normas del colegio y presentarla a otros.

En casa:

Un familiar mayor o enfermo vive con nosotros. En lugar de apartarlo, los niños aprenden a cuidarlo, a escuchar sus historias y a rezar con él.

La clave: La misericordia no deja a nadie fuera. Siempre busca al que más necesita ser visto y querido.


3. Perdonar y volver a empezar


En el colegio:

Dos amigos se pelean. En vez de alimentar el rencor, el tutor los anima a hablar, a entender el punto de vista del otro y a pedir perdón. Se rezan juntos el Padrenuestro.


En casa:

Los hermanos discuten. Los padres no solo les piden que se “den la mano”, sino que les enseñan el valor del perdón desde el corazón, y les animan a ayudar al otro en algo concreto como gesto de reconciliación.


La clave: La misericordia no es olvidar sin más, sino sanar, reconciliar y empezar de nuevo con esperanza.


Un estilo de vida


La misericordia no es solo para momentos puntuales. Es un estilo de vida. En el colegio católico y en la familia cristiana, todos podemos ser instrumentos del amor de Dios: alumnos, profesores, padres, hijos, personal no docente… Todos estamos llamados a construir una cultura del perdón, del cuidado y de la ternura.


¿Y por qué hacerlo? Porque cuando una comunidad vive la misericordia, se parece más al Reino de Dios. Y porque, como nos recuerda Jesús: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7).






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