La reciente decisión de la Comunidad de Madrid de limitar el uso individual de dispositivos digitales en las etapas de Infantil y Primaria ha reabierto un debate fundamental: ¿cuál es el papel de la tecnología en la educación? Aplaudo esta medida con convicción. No porque rechace la tecnología, sino porque entiendo, como educador, que hay edades y momentos en los que el desarrollo humano necesita contacto humano, no pantallas.
En tiempos en los que parece que todo progreso ha de ser digital, apostar por menos tecnología en la escuela es un acto de coraje. Sin embargo, lo que han demostrado centros como el colegio católico St. Patrick en Brighton —que ha eliminado por completo el uso de móviles— es que la ausencia de pantallas no solo no empobrece la experiencia educativa, sino que la enriquece. Alumnos que se miran más a los ojos, que vuelven a jugar, a conversar, a conectar. Profesores que enseñan sin competir con la dopamina que emite una notificación. Clases que suenan a infancia y no a teclas.
Los dispositivos digitales tienen su lugar, pero no pueden sustituir la relación personal, la atención sostenida, el esfuerzo manual, ni la riqueza emocional del trato directo. El problema no es solo lo que hacen los móviles en la escuela, sino lo que impiden: el asombro, la concentración, el silencio, la socialización real. Por eso, limitar su uso no es retroceder, sino recuperar.
Por otro lado, esta medida interpela también a las familias. La escuela podrá marcar límites, pero si en casa reina el uso indiscriminado de pantallas, el esfuerzo será estéril. Es momento de que padres y educadores nos aliemos en favor de una infancia más libre y más humana.
Tres conclusiones clave:
1. Menos pantallas significa más humanidad: los niños necesitan experiencias reales, relaciones auténticas y entornos que favorezcan su desarrollo emocional y cognitivo.
2. La tecnología no es neutra: su uso debe ser gradual, crítico y adaptado a la edad, y nunca debe sustituir lo esencial del proceso educativo.
3. Familia y escuela deben ir de la mano: limitar el uso de pantallas en el colegio solo será eficaz si también se forma y acompaña a las familias en esta misma línea.
La escuela debe ser el lugar donde los niños descubren el mundo real, no el virtual. Y eso, hoy, es una revolución.
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