Buscar la paz no significa resignarse ni callar ante la injusticia. La verdadera paz exige valentía, discernimiento y acción . No es un refugio de indiferencia, sino un compromiso con la verdad y la dignidad humana. La pasividad ante el mal no es sabiduría, es cobardía.
La historia nos muestra como el silencio ante la injusticia ha sido cómplice de grandes tragedias. En la Alemania nazi, muchos ciudadanos optaron por la indiferencia ante el ascenso del totalitarismo, lo que permitió que el horror del Holocausto se desarrollara sin apenas resistencia. En el apartheid sudafricano, la segregación racial persistía porque, durante décadas, la mayoría guardaba silencio. No actuar cuando se tiene la posibilidad de hacer el bien no es neutralidad, es participar en el mal.
Cuando alguien presencia una agresión y no interviene, ya sea por miedo o comodidad, contribuye a que el agresor tenga impunidad. En el ámbito escolar, los testigos del acoso por difamación que no denuncian fortalecen al agresor. En la política, quienes evitan tomar decisiones difíciles para no incomodar a ciertos grupos terminan perpetuando la corrupción y el abuso de poder.
La paz no es evitar el conflicto a cualquier precio, sino enfrentarlo con inteligencia y responsabilidad. Tampoco significa ignorar la necesidad de la legítima defensa o el apoyo a quienes luchan por la equidad. Como dijo Martin Luther King: “ No me preocupa tanto la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos.” La pasividad no solo es un error, sino la traición más grande a la justicia.”

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