La veracidad es una cualidad que conviene poseer para procurar hacer el bien y evitar el perjuicio grave a los demás. Por tanto, convendría recordar los principales actos morales que ayudan a ser veraz. En primer lugar, el respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y
toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (cf CIC, can. 220). Se
hace culpable de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como
verdadero, sin fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo. De maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los
defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran (cf Si 21,28). De calumnia
el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y
da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.
Falso testimonio y perjurio. Una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente. Ante un tribunal viene a ser un falso testimonio (cf. Pr 19,9). Cuando es pronunciada bajo juramento se trata de perjurio. Estas maneras de obrar contribuyen a condenar a un inocente, a disculpar a un culpable o a aumentar la sanción en que ha incurrido el acusado (cf Pr 18,5); comprometen gravemente el ejercicio de la justicia y la equidad de la sentencia pronunciada por los jueces.
2478 Para evitar el juicio temerario, cada uno
deberá interpretar en cuanto sea posible en un sentido favorable los
pensamientos, palabras y acciones de su prójimo:
Todo
buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a
condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la
entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios
convenientes para que, bien entendiéndola, se salve (S. Ignacio de Loyola, ex.
spir. 22).
2479 Maledicencia y calumnia destruyen la reputación y el honor
del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la
dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su
reputación y a su respeto. Así, la maledicencia y la calumnia lesionan las
virtudes de la justicia y la caridad.
2480 Debe proscribirse toda palabra o actitud
que, por halago, adulación, o complacencia,
alienta y confirma a otro en la malicia de sus actos y la perversidad de su
conducta. La adulación es una falta grave si se hace cómplice de vicios o
pecados graves. El deseo de prestar servicio o la amistad no justifican una
doblez del lenguaje. La adulación es un pecado venial cuando sólo desea ser
agradable, evitar un mal, remediar una necesidad u obtener ventajas legítimas.
2481 La vanagloria
o jactancia constituye una falta
contra la verdad. Lo mismo sucede con la ironía
que busca ridiculizar a uno caricaturizando de manera malévola un aspecto de su
comportamiento.
2482 "La mentira
consiste en decir falsedad con intención de engañar" (S. Agustín, mend.
4,5). El Señor denuncia en la mentira una obra diabólica: "vuestro padre
es el diablo...porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que
le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44).
2483 La mentira es la ofensa más directa contra
la verdad. Mentir es hablar u obrar contra la verdad para inducir a error. Lesionando
la relación del hombre con la verdad y el prójimo, la mentira ofende la
relación fundamental del hombre y de su palabra con el Señor.
2484 La gravedad
de la mentira se mide según la naturaleza de la verdad que deforma, según
las circunstancias, las intenciones del que la comete, los perjuicios padecidos
por sus víctimas. Si la mentira en sí sólo constituye un pecado venial, llega a
ser mortal cuando daña gravemente las virtudes de la justicia y la
caridad.
2485 La mentira es condenable en su naturaleza.
Es una profanación de la palabra cuyo objeto es comunicar a otros la verdad
conocida. La intención deliberada de inducir al prójimo a error mediante
palabras contrarias a la verdad constituye una falta contra la justicia y la
caridad. La culpabilidad es mayor cuando la intención de engañar corre el
riesgo de tener consecuencias funestas para los que son desviados de la verdad.
2486 La mentira, por ser una violación de la
virtud de la veracidad, es una verdadera violencia hecha a otro. Atenta contra
él en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda
decisión. Contiene en germen la división de los espíritus y todos los males que
ésta suscita. La mentira es funesta para toda sociedad: socava la confianza
entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales.
2487 Toda
falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su autor haya sido perdonado. Cuando es
imposible reparar un daño públicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el
que ha sufrido un perjuicio no pude ser indemnizado directamente, es preciso
darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de
reparación concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del
prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la
medida del daño causado. Obliga en conciencia.
2488 El
derecho a la comunicación de la
verdad no es incondicional. Todos deben conformar su vida al precepto
evangélico del amor fraterno. Este exige, en las situaciones concretas, estimar
si conviene o no revelar la verdad al que la pide.
2489 La caridad y el respeto de la verdad deben
dictar la respuesta a toda petición de
información o de comunicación. El bien y la seguridad del prójimo, el
respeto de la vida privada, el bien común, son razones suficientes para callar
lo que no debe ser conocido, o para usar un lenguaje discreto. El deber de
evitar el escándalo obliga con frecuencia a una estricta discreción. Nadie está
obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla (cf Si
27,16; Pr 25,9-10).
2497 Por
razón de su profesión en la prensa, sus responsables tienen la obligación, en
la difusión de la información, de servir a la verdad y de no ofender a la
caridad. Han de forzarse por respetar con una delicadeza igual, la naturaleza
de los hechos y los límites y el juicio crítico respecto a las personas. Deben
evitar ceder a la difamación.
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