1.-
EL TIEMPO COMO RECURSO LIMITADO
El tiempo es el recurso
indispensable para cualquier acción. Trabajar, descansar, divertirse, viajar,
formarse, ... todo requiere tiempo. Los objetivos personales requieren, para
ser alcanzados, la realización de determinadas actividades que exigen, a su
vez, tiempo.
Pero el tiempo es limitado y no puede lograrse una cantidad
extra. No cabe comprarlo, ni ahorrar lo que nos sobre. No puede almacenarse
para más tarde. No puede pedirse prestado.
La falta de tiempo es una sensación frecuente. El que tenemos se consume de
manera inexorable; y ya no hay más. De ahí que el modo de utilizarlo sea
absolutamente decisivo.
Todos disponemos
exactamente del mismo tiempo; pero nunca resulta suficiente. Todo el mundo
nos solicita un poco de nuestro tiempo. Pero no hay horas bastantes para ello.
Parece que no hay tiempo suficiente para hacer todas las cosas que han de
hacerse.
El tiempo es una paradoja. Parece que nunca tenemos
suficiente, pero tenemos todo el tiempo que podemos poseer; no hay más. El problema no es la escasez, sino el uso.
La solución es recordar que siempre hay
tiempo para hacer lo que realmente queremos hacer: para las cosas importantes.
Lo difícil es decidir qué es lo realmente importante y
centrarse en ello. Hay temas urgentes que quieren llenar cada jornada,
presionando constantemente, exigiendo acción. Siempre son urgentes, pero rara vez son importantes.
Para comprender
mejor sus pautas de uso del tiempo, trate de evaluar sus actividades de acuerdo
con la matriz siguiente:
URGENTE
|
IMPORTANTE
|
||
Sí
|
NO
|
||
Sí
|
1
|
3
|
|
NO
|
2
|
4
|
Es evidente la
actitud conveniente ante las casillas 1 y 4. La categoría 2 es abandonada con
frecuencia, pese a que se convierte con ello, habitualmente en un problema del
tipo 4.
Si se atienden
las cosas urgentes, aplazando las importantes, se acaba por tener problemas,
pues entonces hay que:
Ø Enfrentarse a
las crisis de personal, porque no hemos tenido tiempo para una formación
apropiada.
Ø Realizar
esfuerzos de última hora, porque no hemos tenido tiempo para planificar.
Ø Afrontar crisis
periódicas, porque nunca tenemos tiempo para descubrir lo que está mal y
arreglarlo.
Ø Repetir lo que
salió mal, porque no tuvimos tiempo para hacerlo bien a la primera.
Lo que se necesita es el buen juicio, el valor y la
disciplina de hacer primero las cosas importantes. Sólo rompiendo la tiranía de
lo urgente podremos resolver el dilema. Sólo
es importante la actividad que se relaciona con los objetivos. Lo que cuenta no es lo que se hace, las
actividades, sino lo que se termina, los resultados.
2.
EL TIEMPO MAL UTILIZADO ES TIEMPO PERDIDO.
La administración del propio tiempo es la clave del éxito
de cualquier persona. Peter Drucker, que considera el tiempo como el recurso
más importante, sostiene que quien no
puede administrar su tiempo, no podrá administrar nada.
Casi todos perdemos algo de
tiempo a lo largo del día y
desgraciadamente, de modo no siempre intencionado: si así fuera,
resultaría más fácil evitarlo. Pero la mayor parte de la perdida de tiempo es
involuntaria e incluso inconsciente. Perdemos tiempo a causa de hábitos
inadecuados y por un trabajo descuidado. Lo perdemos porque estamos más preocupados por hacer cosas
correctamente que no por hacer las cosas correctas; más pendientes de las
actividades que de los resultados.
Pero, ¿qué es una perdida de tiempo? Sólo uno mismo puede
determinarlo. Perder el tiempo significa,
simplemente, hacer algo que es menos importante que otra cosa que se pudiera
hacer en su lugar. La importancia está siempre determinada en función de
los objetivos.
Gobernar el tiempo requiere responder de continuo a la
pregunta ¿cuál es la mejor manera de usar
mi tiempo? Para ello es preciso tener muy claro lo que se está tratando de
llevar a cabo. Hay que definir los objetivos, analizar las actividades y
programar el tiempo.
3.
EL TIEMPO Y LOS OBJETIVOS DEL DIRECTOR
Si el tiempo es el recurso
limitado con el que alcanzar nuestros
objetivos, sólo estará bien invertido cuando la actividad en que lo empleemos esté orientada a esos objetivos.
Sin objetivos el empleo del tiempo no tiene sentido.
Séneca sentenciaba: " Cuando el nauta no sabe donde se dirige todos los vientos le son
contrarios". Si no se sabe adónde se va, cualquier camino da igual. Si
no se tienen objetivos o metas a dónde llegar, da igual lo que se haga, o cómo
se emplee el tiempo.
Es frecuente tener sueños,
esperanzas o aspiraciones vagas. Pero esto no son objetivos. Los objetivos son declaraciones específicas
acerca de resultados deseados, a los cuales se siente uno comprometido. ¿Qué quiero alcanzar en el próximo mes? ¿en
el próximo año? ¿en la vida?
Los objetivos bien definidos
deben cumplir varios requisitos:
¨
Estar escritos y ser concretos y medibles.
¨
Ser retadores, pero realistas y alcanzables en un
período de tiempo que ha sido establecido como el necesario.
¨
Ser compatibles entre sí.
Se cuestiona a menudo la insistencia en escribir los
objetivos: "No es necesario que los escriba porque los tengo todos en
mente". Desgraciadamente, esto no es suficiente. Nada más fácil que perder
de vista los propios objetivos entre los miles de asuntos heterogéneos,
rutinarios, muchos de ellos urgentes, que se amontonan en la mente cada día. Los objetivos no sólo deben estar escritos,
sino también a la vista. Donde quiera que se pongan, debe ser fácil
poderlos leer varias veces al día. Por otra parte, el hecho de escribir un
objetivo aumenta realmente el compromiso de trabajar para alcanzarlo. El acto de reducir los pensamientos a palabras
escritas tiene consecuencias innegables, aunque sean difíciles de explicar;
resulta casi mágico.
4. ANALIZAR EL USO DE NUESTRO TIEMPO
Resulta esencial conocer
cómo estamos invirtiendo nuestro tiempo, para establecer previsiones y decidir
cómo deseamos -libremente- invertirlo para lograr nuestros objetivos,
repartiéndolo entre ellos y estableciendo las oportunas prioridades.
No
se trata, por tanto, de trabajar más, sino de trabajar bien.
No
de hacer más cosas, sino de hacer las que hay que hacer.
Lo que permite,
de paso, reducir el agobio producido por el exceso de trabajo pendiente, por querer abarcar demasiadas cosas sin poder
hacerlas.
Una vez
definidos nuestros objetivos, examinemos las actividades, que son los medios
para alcanzarlos. Teóricamente, todas las actividades directivas deberían estar
orientadas a los objetivos, pero es frecuente que no lo estén.
Es fácil
acostumbrarse a la rutina. Mucho de nuestro tiempo se emplea según pautas
de comportamiento adquiridas. Caemos en
modelos de conducta de reaccionar a lo que pasa. Pero las actividades que
no estén orientadas a los objetivos son
las que con más frecuencia conducen a la pérdida de tiempo.
Un paso importante:
revisar los hábitos de uso del tiempo. La mayoría de nosotros pensamos que
sabemos cómo empleamos el tiempo, pero muchas veces ni siquiera podemos recordar con precisión lo
que hicimos ayer. Es importante saber cómo estamos empleando el tiempo, ya que
no se puede emplearlo mejor si no se conoce el uso habitual. Emplear mejor el tiempo significa,
probablemente, cambiar algunos hábitos
inadecuados.
Suele
ser útil analizar periódicamente, al menos durante una o dos semanas, cómo
empleamos nuestro tiempo, anotando lo que hacemos, cada 15 ó 30 minutos, para
que no se nos olvide:
·
¿Cuánto tiempo dedicamos a cada actividad?
·
¿Contribuye cada actividad a los objetivos que estoy
tratando de lograr?
·
¿Estoy haciendo cosas que, simplemente, podrían no
hacerse?
·
¿Hay actividades que podría desarrollar, con
suficiente eficacia, otra persona?.
Analicemos luego cada actividad y revisémosla
cuidadosamente:
·
¿Qué pasaría si no se hubiera hecho? ¿Podría
evitarse? ¿Podría modificarse o combinarse con otras?
·
¿Podría dedicarle menos tiempo y obtener aún
resultados aceptables? ¿Debería dedicarle más tiempo? En conclusión:
·
¿En que desperdicio realmente mi tiempo cada día?.
Los resultados de un registro diario de tiempo
probablemente nos asombren. Quizá descubramos que estamos utilizando nuestro
tiempo de forma distinta de la que imaginábamos.
Después de definir los objetivos y determinar exactamente
dónde y cómo estoy desperdiciando mi tiempo, deberé realizar los cambios
apropiados. Esto es lo que supone:
5.
PLANIFICAR EL TIEMPO PARA OBTENER MEJORES
RESULTADOS
La mayoría no planificamos
demasiado, a menos que nos veamos obligados a hacerlo. Nos conformamos con
reaccionar a lo que sucede. En consecuencia, fracasamos con frecuencia en
lograr los resultados deseados. Las cosas no funcionan solas. Las
cosas suceden porque hacemos que sucedan. Las cosas planificadas suceden mejor.
Todo el mundo admite que planificar es importante. Pero muy
pocos de nosotros dedicamos a planificar tanto tiempo como debiéramos.
Encontrar tiempo para planificar implica una paradoja muy real. Por una parte, no
se tiene tiempo para planificar; por otra, no se tendrá más tiempo disponible
hasta que no se planifique mejor.
Por encima de
todo, planificar es un hábito. La
persona que planifica desarrolla el hábito de hacerlo. Encontrar tiempo para
ello no le resulta un problema: planificar se hace, sencillamente, parte de la
rutina diaria.
Señalada la prioridad relativa de cada objetivo
significativo, podremos preguntarnos:
¨
¿Qué resultados espero?
¨
¿Qué actividades debo realizar para lograr mis
objetivos?
¨
¿Cuál es la prioridad relativa de cada actividad?
¨
¿Cuánto tiempo me requerirá cada una de ellas?
¨
¿Qué día realizaré o comenzaré cada actividad?
No se hacen
objetivos, se hacen actividades y si éstas son las apropiadas, se alcanzan
los objetivos. Solemos ser demasiado optimistas acerca de cuánto podemos hacer
en un período de tiempo dado. Pero:
"Cada cosa parece necesitar más tiempo de lo que pensamos que necesitaría"
Segunda ley de Murphy
Puesto que programar las actividades es un asunto
importante utilicemos para ello las mejores horas menos expuestas a posibles
interrupciones. Si se comienza por lo más banal, quizá no se llegue, antes de
acabar la jornada, a lo que realmente es relevante. Y las cosas importantes que
no se hacen, tarde o temprano se convierten en crisis o problemas serios. Puede
que sea difícil, pero más difícil será terminar las temas importantes con
interrupciones continuas. Sepamos que doce períodos de cinco minutos puede que
sumen matemáticamente, una hora; pero
quizá no equivalgan a más de quince o veinte minutos de trabajo continuado. Sin
embargo, las actividades deben programarse con flexibilidad suficiente para
poder atender temas imprevistos pero interesantes que sin duda aparecerán.
La primera ley de Parkinson dice:
“El trabajo tiende a alargarse hasta
ocupar todo el tiempo disponible”.
Si se asigna una hora a una tarea, realizarla llevará al
menos ese tiempo. Pero, asignando sólo media hora, posiblemente se terminará
más o menos en ese plazo. El reto es
asignar tiempo suficiente, pero no excesivo.
Suele admitirse que
el 80% de la eficacia de una persona proviene del 20% de lo que hace.
¿Sabemos cuáles son nuestras actividades críticas? ¿les damos prioridad al
programar? Averigüemos qué actividades de las del 80% apenas contribuyen a
lograr nuestros objetivos.
La mayoría de nosotros no hacemos ni siquiera la mitad de
lo que sabemos que debiéramos de hacer, y parece ser que no lo hacemos porque
tenemos hábitos ineficaces. Alguien ha dicho que “las personas de éxito han adquirido el hábito de hacer las cosas que a
los fracasados no les gusta hacer”.
Las personas eficaces son capaces de hacer lo que a nadie le gusta porque tienen un propósito
firme, lo bastante firme como para hacerles adquirir el hábito de hacer lo que no les gusta, para alcanzar lo que desean. Si
no formamos nuestros hábitos de modo consciente, lo haremos inconscientemente.
Sólo podemos cambiar si cambiamos nuestros hábitos.
6.-
LOS "LADRONES" DE NUESTRO TIEMPO.
Incluso los más eficaces pierden tiempo. Pero hay que saber
arreglárselas para reducir a un mínimo el tiempo perdido. Al identificar las
causas de pérdida de tiempo se descubre que proceden de:
q Nuestro
entorno: asuntos que otros hacen o no hacen y que acaban por costarnos tiempo.
q Nosotros mismos
con nuestro comportamiento que nos hace emplearlo mal.
La cuestión será ¿qué podemos
hacer para defendernos de estos ladrones de nuestro tiempo?
6.1
Las interrupciones no deseadas: “¿Tienes un minuto?”.
Las interrupciones no deseadas son una parte del trabajo.
No se pueden eliminar, ni convendría hacerlo. Pero es posible manejarlas mejor.
Aprendamos a controlar lo controlable y
aceptar lo incontrolable.
Hay varias maneras de desanimar al visitante inoportuno. Es
bueno no ser visto desde el pasillo. Cabe interceptar a la gente fuera del
despacho: así se les dedica menos tiempo, sin perder las ventajas del contacto.
Se puede permanecer de pie y
las conversaciones duran menos. Si conseguimos que las interrupciones sean
breves habremos resuelto parte del problema. Hay que poner un límite de tiempo
al comienzo de cada visita. Procurar no contribuir a la charla innecesaria. Ir
a lo esencial y centrarse en ello.
Si los miembros de nuestro equipo entran y salen
constantemente de su despacho, les pediremos que acumulen varios temas para
tratarlos conjuntamente en una sola visita. Analicemos también la situación:
¿debo delegar más? ¿me están traspasando sus problemas hacia arriba?.
6.2
El teléfono.
Veamos algunos medios para controlar el teléfono.
-
Establecer un
plan para filtrar, desviar y delegar las llamadas recibidas siempre que
sea posible. Para ello la persona que contesta al teléfono necesita unas
instrucciones adecuadas. Hay que ayudarla a desarrollar el método correcto: qué
debe preguntar, cómo debe preguntarlo, cuándo y cómo debe dirigirse a los
interlocutores, qué respuestas debe darles. Más de una vez puede resolver las
llamadas tan bien como nosotros y evitarnos atender temas menores.
-
Las relaciones
públicas son gratas, pero pueden reducirse sin ser un "ogro". Reconozcamos
que la charla innecesaria puede provenir de la vanidad, el miedo a perder algo,
el deseo de agradar o incluso de dejar otros temas para luego.
-
Preparemos las
llamadas: tengamos a mano la información que precisemos; anotemos brevemente lo
que vamos a comunicar o lo que necesitamos conseguir del interlocutor. Nada más
frustrante que pensar, tras haber colgado: “me olvidé de esto y de lo otro”.
-
Agrupemos las
llamadas para mayor eficacia. Preguntemos a la gente cuándo prefieren que
les llamemos para hacerlo entonces.
-
A los interlocutores inagotables digámosles que
hemos de cortar para continuar con nuestro trabajo previsto. No nos preocupemos
de si se ofende el otro. La mayor parte de las personas no se ofende tan
fácilmente como nos tememos. No seamos groseros, pero sí firmes.
6.3
Las reuniones.
Hay dos tipos de reuniones:
las que uno convoca y aquellas a las que es convocado. En los dos casos hay que
considerar actividades antes, durante y después de la reunión.
1.
No "hay reuniones"
sino asuntos que requieren reunirse: ninguna reunión debe ser convocada sin un
propósito específico. Antes de convocarla, preguntarse que esperamos
lograr de ella: muchas terminarán precisamente en ese momento, antes de ser
convocadas.
2.
Aprendamos a
tomar decisiones sin reuniones. No utilicemos un comité para lo que pueda
hacerse individualmente. A los directivos se les paga para tomar decisiones y
actuar en consecuencia. Reflexionemos sobre los problemas antes de llevárselos
a los demás.
3.
Preparemos con antelación el ORDEN DEL DIA, démoslo
a conocer a los asistentes con tiempo suficiente y luego hagamos que lo
preparen y se ciñan a él. Frenemos las interrupciones. Mantengamos el rumbo
previsto.
4.
La reunión tiene un límite de tiempo, que comience a
la hora prevista y termine también a la hora prevista. No se espera a los
retrasados para empezar; la cortesía la merecen los que llegan a la hora
fijada.
5.
Preparemos la reunión, y pidamos a los demás que
también lo hagan.
6.
Se levanta acta, lo que supone resumir los acuerdos
(y no, como sucede con frecuencia, contar la reunión). Hay que asegurarse de
que cada uno de los asistentes conoce exactamente lo que se espera que haga y
para cuándo. Cerciorémonos de que el acta se distribuye antes de las 48 horas de
celebrada la reunión.
7.
Evaluemos una reunión, al menos de vez en cuando.
¿Asisten las personas adecuadas? ¿Son demasiados? ¿Vienen preparados? ¿Se
celebra en el momento y en el lugar adecuado? ¿Cómo podría mejorarse?
Por supuesto que esto nos obliga a que en las reuniones a
las que acudimos como meros asistentes, debemos respetar los mismos criterios.
Ir preparados. Llegar a tiempo. No contribuir a divagaciones o a charlas
innecesarias. Ayudar a mantener la atención en el punto de discusión. Solicitar
del presidente un Orden del Día y unos sistemas de seguimiento. Ser la clase de participante que nos
gustaría tener cuando presidimos una reunión.
6.4
La rutina.
Liberémonos de la rutina. ¿Qué aportan estas tareas de
rutina a los objetivos? Deleguemos tanto
como podamos.
Hagamos primero lo
más importante. Dediquémosle los períodos punta de eficacia (porque nos
encontramos en forma, porque nos dejan en paz...)
Al acometer las tareas rutinarias seamos también eficaces:
analicemos, simplifiquemos, modifiquemos...
Pero, sobre todo, no nos engañemos tratando de resolver la rutina con la excusa
de podernos dedicar luego a lo importante; ese luego puede no llegar nunca.
Hay que dirigir el tiempo de
nuestro equipo teniendo en cuenta que:
-
Los subordinados tienden a seguir el ejemplo del
jefe, luego no manejarán bien el tiempo si nosotros no lo hacemos.
-
Tendremos que dedicar tiempo a la formación y
desarrollo de los subordinados; es un punto clave del trabajo directivo.
-
Deberemos analizar con el equipo las causas de
pérdida de tiempo y estudiar con él cómo empezar a atacarlas.
-
Hemos de lograr que el análisis del uso del tiempo
se convierta en parte habitual de la revisión del rendimiento del equipo y que
se establecen objetivos de mejora.
Resumiendo: para ayudar a cambiar los malos hábitos en el
uso de nuestro tiempo:
v Escribamos los
objetivos a largo plazo y determinemos sus prioridades.
v Centrémonos en
los objetivos, no en las actividades. Lo que cuenta no es lo que se hace, sino
lo que se acaba: el objetivo que se alcanza.
v Registremos
periódicamente el uso del tiempo para controlar en qué lo estamos consumiendo
realmente.
v Planifiquemos
permanentemente nuestro tiempo. Es su “cuello de botella”.
v Programemos el
tiempo cada día, asegurando que incluimos los aspectos más importantes.
v Estamos
desperdiciando el tiempo si lo gastamos en algo menos importante que lo que se
podría hacer en su lugar.
v Dediquemos
tiempo a hacer las cosas realmente importantes. Las cosas urgentes se ocupan de
sí mismas.
v Reservemos una
“hora tranquila” para disponer de un período de tiempo ininterrumpido para
planificar las tareas importantes, o dedicarlo a nosotros mismos, a nuestra
permanente formación.
Anexo
1
AFIRMACIONES
ERRÓNEAS, PERO HABITUALES SOBRE EL TIEMPO
Trabajo
práctico:
Trabajar en equipo para descubrir las razones que nos hacen
considerar como erróneas las
afirmaciones que sobre el tiempo relacionamos a continuación.
1. Nadie tiene
nunca tiempo suficiente:
2. La mayoría de
las personas tienen exceso de trabajo por las propias exigencias del puesto:
3. Un buen modo de
ahorrar tiempo es acortar las funciones directivas:
4. Este puesto es
muy especial y no se puede adaptar a normas de tiempo:
5. Manejar mejor
el tiempo es cosa, sobre todo, de reducir el tiempo empleado en diversas
actividades:
6. La mayoría de
la gente puede encontrar muchas formas de ahorrar tiempo:
7. La mayoría de
las personas pueden resolver sus problemas de tiempo trabajando más:
8. Si lo haces tú
mismo conseguirás más en menos tiempo. En otras palabras, sigue siendo un buen consejo “ Si lo quieres
bien hecho, hazlo tú mismo”:
9. Delegando
podría librar un montón de tiempo y aliviar mi responsabilidad:
10.Dar con el
problema es fácil: lo difícil es dar con la solución:
11.Con más tiempo
se podría mejorar, probablemente, la calidad de las decisiones:
12.No es preciso
escribir los objetivos:
13.No siempre se
puede trabajar sobre la base de las prioridades:
14.La mayoría de
las actividades diarias no necesitan ser planificadas, y, en todo caso, la
mayoría de la gente no podría hacerlo.
15.Los que se
concentran en trabajar eficientemente son los más eficaces:
16.Los individuos
ocupados y activos que más trabajan son lo que obtienen los mejores resultados:
17.La mayoría de
la gente sabe en qué emplea su tiempo y cuáles son las causas que se lo hacen
perder a veces:
18.Si manejase
bien mi tiempo trabajaría y viviría como un robot:
19.Mi trabajo
implica trato con gente y, como todo el mundo es importante, no puedo
establecer prioridades:
Anexo
2
CUESTIONARIO SOBRE EL USO DEL TIEMPO
Cada una de
las siguientes preguntas ha sido preparada para ayudarnos a identificar
nuestros hábitos en el uso del tiempo. Conceder una puntuación de 1 a 4. con el siguiente baremo:
1: nunca; 2: a
veces; 3: con frecuencia; 4: siempre.
1.
¿Tiene una lista claramente
definida de objetivos escritos?
2.
¿Registra el uso de su tiempo
al menos anualmente?
3.
¿Anota sus objetivos y
prioridades diariamente?
4.
¿Dedica tiempo semanal a
revisar objetivos y prioridades con sus
subordinados?
5. ¿Puede
encontrar periodos de tiempo sin interrupciones cuando los necesita?
6. ¿Ha
eliminado frecuentemente de su trabajo crisis crónicas?
7. ¿Rehusa
contestar al teléfono cuando mantiene una conversación importante?
8. ¿Programa
su tiempo diaria y semanalmente?
9. ¿Utiliza el
tiempo de desplazamientos y esperas de forma productiva?
10. ¿Delega en
otros como debiera?
11. ¿Evita que
los subordinados le pasen nuevamente trabajos y decisiones?
12. ¿Toma
tiempo a diario para pensar acerca de lo que está haciendo y lo que
está tratando de lograr?
13. ¿Se siente
realmente dueño de su tiempo y de su
trabajo?
14. ¿Están su
oficina y escritorio bien organizados y en orden?
15. ¿Puede enfrentarse con
éxito, a las presiones, ansiedades y tensiones del trabajo normal?
16. ¿Ha
eliminado pérdidas de tiempo en las reuniones necesarias?
17. ¿Ha
superado la tendencia a dejar las cosas para luego?
18. ¿Aborda
las tareas en base a su importancia y prioridad?
19. ¿Resiste
la tentación de participar demasiado en las actividades de sus
subordinados?
20. ¿Controla
su horario de modo que otros no tengan que perder tiempo
esperándole?
21. ¿Se abstiene de hacer tareas para otros que probablemente
pudieran hacer sí mismos?
22. ¿Evita
interrumpir a sus subordinados y colegas a menos que sea realmente
importante y no pueda esperar?
23. ¿Cumple
con sus plazos y termina las cosas a tiempo?
24. ¿Puede
identificar las pocas actividades críticas que suponen la mayor parte
de los resultados de su trabajo?
25. ¿Ha podido
reducir el papeleo y la cantidad de tiempo que lleva?
26. ¿Controla
eficazmente las interrupciones y visitas inesperadas?
27. ¿Está mejor organizado y rinde más ahora que
hace seis meses?
28. ¿Es capaz
de estar al día en todas sus lecturas profesionales?
29. ¿ Ha
aprendido a decir “no“ cuando debe
hacerlo?
30. ¿Dedica
suficiente tiempo al entrenamiento y desarrollo de sus subordinados?
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