Dios existe. Y lo dice y lo premia la ciencia



Un polaco, Michael Heller, matemático y amigo de Juan Pablo II, ha ganado el mayor premio científico demostrando la existencia de un Ser Supremo. No se trata de fórmulas y logaritmos, sino de lógica.


El reloj lo hizo el relojero / el mundo lo hizo Dios / No hay reloj sin relojero / ni
mundo sin Creador». Con esta cancioncilla recitada a coro aprendían los niños en
la catequesis de los años 50 y 60 la existencia de un «Dios creador de todas las
cosas, que premia a los buenos y castiga a los malos». Ahora, la ciencia parece
demostrar que el catecismo tenía razón. El sacerdote y científico polaco
Michael Heller sostiene que las matemáticas pueden ofrecer evidencias
circunstanciales de la existencia de Dios. Y ha ganado por su teoría el premio
Templeton, dotado con más de un millón de euros. Un premio mayor que el Nobel.
El hallazgo lo merece. Para la Iglesia y los creyentes, que hoy celebran el
Domingo de Resurrección, no hay dinero que lo pague. Por vez primera en la
Historia quedaría demostrada científicamente la existencia de un Ser Supremo,
piedra filosofal de cualquier religión. La Fundación americana que concede el
cuantioso premio lo tiene claro: «Michael Heller demuestra que la naturaleza
matemática del mundo y su inteligibilidad por parte del ser humano constituyen la
evidencia de la existencia de Dios».
No se trata de una fórmula matemática precisa. Sería demasiado simple. Dios no
cabe en los números. Ya en el siglo XVII, Blaise Pascal -matemático, físico,
teólogo y jugador apasionado- creía que se trataba de una cuestión ante la que no
quedaba otra posibilidad que apostar a ciegas. Aún así, hace 250 años, un pastor
inglés y famoso matemático, Thomas Bayes, creó una fórmula precisa que otros
matemáticos echaron por tierra.
El cosmólogo y filósofo polaco, de 72 años, se mueve, en cambio, en el terreno
de la lógica matemática. Sus fórmulas son silogismos demostrables
científicamente. «Si preguntamos sobre la causa del universo, deberíamos
preguntar sobre la causa de las leyes matemáticas. Al hacerlo, nos situamos en el
gran plan maestro de Dios al pensar el Universo, ante la pregunta sobre la
causalidad definitiva: ¿por qué existe algo en vez de no existir nada? Al
preguntarlo, no estamos preguntando sobre una causa como otras causas.
Preguntamos sobre la raíz de todas las causas posibles».
Para el cosmólogo polaco, «la comprensibilidad matemática del mundo es una de
las vías que puede conducir genuinamente desde el universo a su Hacedor».
Porque «las estructuras y las leyes del universo se basan en el mero juego de las
probabilidades en el marco de un universo caótico, en el que las leyes no son más
que promedios; o en el marco del multiuniverso, en el que se realizan todas las
posibilidades con mayor o menor probabilidad».
En ambos casos, «cosmos y caos no son fuerzas antagonistas», sino dos
componentes necesarios e inmanentes del universo. En el último peldaño de esta
escalera del razonamiento inductivo, Heller determina que «Dios es la última causa
de las leyes matemáticas que lo explican».
LAS FORMULAS DE HELLER
Según Heller, «la ciencia es un esfuerzo colectivo de la mente humana para leer la
mente de Dios».
Algunas de sus fórmulas:
1. Causas del universo + raíz de todas las causas posibles = Dios.
2. Naturaleza matemática del mundo + inteligibilidad del ser humano = Dios.
3. Contingencia + racionalidad + ajuste fino del universo = Creador inteligente.
«CREADOR INTELIGENTE»
Como explica el filósofo Francisco Soler, profesor de la Universidad de Bremen y
coordinador de la obra Dios y las cosmologías modernas (BAC), en la que también
participa Heller, «la contingencia, la racionalidad y el ajuste fino encajan muy bien
en la idea del universo como creación y remiten, por lo tanto, a un Creador
inteligente».
Para el jesuita Javier Leach, profesor titular de la Facultad de Informática de la
Universidad Complutense y director de la cátedra Ciencia, Tecnología y Religión
de la Pontificia de Comillas, «Michael Heller no demuestra matemáticamente la
existencia de Dios. Lo que afirma es que si nos preguntamos por la causa del
Universo, también nos hemos de preguntar por la causa de las leyes matemáticas
que rigen los procesos del Universo. Esta causa es la raíz de todas las causas
posibles. Michael Heller encuentra en Dios esa raíz».
La teoría parece estar suficientemente acreditada. ¿Y el autor? Michael Heller no
es un advenedizo. Este sacerdote polaco lleva toda la vida dedicado a la
cosmología del más alto nivel y está considerado una de las más prestigiosas
autoridades en la materia, con más de 30 libros en su haber, todo tipo de premios,
un currículo impresionante y una vida de película.
Michael Heller nació el 12 de marzo de 1936 en Tarnow (Polonia). Era el menor de
cinco hermanos de una familia profundamente pía. Su madre era maestra y su
padre, un ingeniero eléctrico que saboteó la fábrica química donde trabajaba
cuando los nazis se acercaban a la ciudad. Huyeron luego a Ucrania. Desde allí, la
familia Heller es deportada por los soldados de Stalin en un «tren especial» a
Siberia. Y allí sobreviven en condiciones extremas durante más de cinco años.
En 1944, los comunistas los trasladan de nuevo a la región del Volga y, dos años
después, se establecen en Tarnow (Polonia). A pesar de los continuos traslados, la
familia conserva su capacidad cultural y Michael mama, desde niño, la pasión por
la religión y la ciencia. Y a ambas va a dedicar su vida.
AMIGO DE WOJTYLA
A los 17 años entra en el seminario de Tarnow y se ordena sacerdote a los 23. A
pesar de la opresión de las autoridades comunistas polacas contra los
intelectuales y los curas, la Iglesia protegió a Heller y le permitió avanzar en sus
estudios, con una tesis doctoral sobre la cosmología de la relatividad y el acceso a
la cátedra de la Universidad de Lublin (Polonia).
Entonces, Heller coincide con Karol Wojtyla, recién nombrado arzobispo de
Cracovia. El cosmólogo y el futuro Papa entablan una amistad que durará hasta la
muerte de Juan Pablo II. De hecho, Heller formaba parte del reducido grupo de
científicos que, cada verano, se reunía en Castelgandolfo con el Papa Wojtyla para
asesorarle en temas relacionados con la problemática ciencia-fe.
Desde 1991, Heller es miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias y
está considerado como una de las mentes más lúcidas del catolicismo. «Es un
fuera de serie, el número uno en este campo a nivel mundial», asegura el
sacerdote Javier Igea, doctor en Astrofísica y director de la comisión del Clero de
la Conferencia Episcopal española. Una mente excepcional, capaz de
complementar, desde la ciencia, las famosas vías de Santo Tomás o el no menos
famoso argumento ontológico de San Anselmo, para demostrar lxistencia de
Dios. El Dios relojero del cosmos.


Por José Manuel Vidal

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