En un mundo que muchas veces corre, juzga y descarta, los colegios católicos y nuestras familias están llamados a ser hogares de misericordia. No simplemente como un valor bonito o una palabra de moda, sino como un reflejo del corazón del Padre, que nos ama con ternura, nos espera con paciencia y nos acoge con alegría, como en la parábola del hijo pródigo. ¿Qué es la misericordia? Es el amor que sabe comprender, perdonar, ayudar y volver a empezar. Es el amor que no se cansa de esperar el bien en el otro, incluso cuando ha fallado. Como decía san Juan Pablo II: “la misericordia es el segundo nombre del amor”. Pero, ¿cómo se vive esto en la vida real? Aquí te presento tres ejemplos concretos para que la misericordia sea una realidad palpable en el colegio y en cualquier familia. 1. Corregir con amor y no con humillación En el colegio: Un alumno ha copiado en un examen. En lugar de exponerlo públicamente o ridiculizarlo, el maestro lo llama aparte, le habla con firmeza pero con respeto, ...