1. Hable mucho menos y escúchele mucho más. No se sienta continuamente en la obligación de mostrar su desacuerdo. 2. Limite los sermones teóricos y los discursos sobre su juventud a uno por año... si le resultan indispensables. 3. Sonría. 4. Procure buscar temas que no sean demasiado conflictivos. Y no se preocupe: de éstos ya se encargará su hijo de sacarlos a debate. 5. No se escandalice por nada.