Quien pretenda educar tiene que aclararse antes sobre en qué consiste ser buena persona, pues solo así podrá saber en qué quiere que se convierta el educando, solo así sabrá hacia dónde orientar el proceso educativo. Y hoy día hay muchos adultos –padres, profesores– que no se aclaran sobre en qué consiste ser buena persona y por eso no pueden educar por mucha buena intención que pongan en el intento. Educar exige como presupuesto, como condición sine qua non, tener razonablemente claro qué cosas son buenas y malas, qué hace al educando bueno o malo. Por eso el relativismo es un impedimento absoluto para la educación; en el relativismo es imposible educar.