1.-Escribamos los objetivos a largo plazo y determinemos sus prioridades. 2.- Centrémonos en los objetivos, no en las actividades. Lo que cuenta no es lo que se hace, sino lo que se acaba: el objetivo que se alcanza. 3.- Registremos periódicamente el uso del tiempo para controlar en qué lo estamos consumiendo realmente. 4.- Planifiquemos permanentemente nuestro tiempo. Es su “cuello de botella”. 5.-Programemos el tiempo cada día, asegurando que incluimos los aspectos más importantes. 6.-Estamos desperdiciando el tiempo si lo gastamos en algo menos importante que lo que se podría hacer en su lugar. 7.-Dediquemos tiempo a hacer las cosas realmente importantes. Las cosas urgentes se ocupan de sí mismas. 8.-Reservemos una “hora tranquila” para disponer de un período de tiempo ininterrumpido para planificar las tareas importantes, o dedicarlo a nosotros mismos, a nuestra permanente formación.